Educación y respeto. Dos de las claves para erradicar una lacra social tan deleznable como la violencia de género. Una violencia que no sólo daña a la víctima sobre la que se descarga la ira, sino también a su entorno. Una madre inestable, una madre aterrada... no puede educar desde la serenidad. Un padre violento sólo transmite miedos y una idea: la mejor forma de alcanzar un objetivo es mediante la imposición, no a través del uso de la razón. (O eres víctima o eres verdugo, no hay más opciones).
Vencer para convencer, vencer al precio que sea... A mí, como a muchos de vosotros, eso no me vale. No hay por qué vencer. De hecho, me disgusta ese verbo y sus acepciones. Basta con convencer, mediante el debate, la negociación, la búsqueda de acuerdo; basta con crecer juntos para crear futuro.
De la prevención de la violencia, de la
contribución a una mejora en la
autoestima de quienes nos rodean, de la cooperación social... sólo de ahí podemos obtener una evolución positiva. De lo contrario,...
Y pese a ello, pese a que somos muchos los que queremos caminar hacia la igualdad y hacia el diálogo, todavía queda mucho por hacer. Todavía nos despiertan a diario noticias aterradoras. Todavía...
Por todo esto, y viendo que el silencio es la reacción menos inteligente, os invito a revisar vuestros blogs y a aportar a éste aquellos textos con los que en su día
quisisteis homenajear a las víctimas silenciadas, y llorar con y por ellas.
Os conmino también a seguir luchando, mediante la palabra, para que a los violentos sólo les quede una solución para callarnos: cejar en su empecinamiento absurdo.
También ellos necesitan de nuestro trabajo: necesitan saber que sólo serán amados cuando no sean temidos. Necesitan saber que se puede crecer en el darse. Necesitan saber que si se hacen dignos de ser amados, serán amados. Necesitan saber que la imposición no conduce a ningún sitio. Necesitan saber que sólo cuando son elegidos desde la libertad, sólo entonces, obtendrán una sinceridad desnuda.
Y que no nos importe ser reiterativos, puesto que con nuestra insistencia tal vez consigamos abrirle los ojos a alguien antes del primer golpe, puesto que todos sabemos que previo a éste hay muchos indicios que tendemos a intentar justificar con los argumentos más endebles.