II Premio del II Concurso Nacional 'Carta a un maltratador', convocado por la Asociación 'Juntos contra la violencia doméstica'
Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado...
¿Porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras...
Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu 'método de disciplina' intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe... La acobardas, la empujas, le das patadas..., patadas que yo también sufría.Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera.
Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas.
Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa.
De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces.
Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos.
En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata?
La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos...Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender.Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado.
Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas.
De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!-dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.Me puse contento antes de tiempo.Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla.Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez..Y sucedió.Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes.Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir.Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá.Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.Y ahora me dirijo a ti. Esta carta es para ti, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino.
Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.
3 comentarios:
Al margen de la fuerza que tiene la carta, que no lo dudo; al margen de la cruda realidad que viven a diario miles de mujeres; al margen de todo ello... sigo creyendo que utilizar el insulto es... claudicar... aceptar su lenguaje y emplearlo para dirigirnos a ellos. Es, por tanto, aceptar su juego, seguirlo. Aunque es, cómo no admitirlo, la reacción más humana... qué pena que aún tengamos que seguir escudándonos en el insulto para defender lo poco que nos queda (la libertad de expresión, que tantas veces coartamos nosotros mismos)... La rabia, el insulto, nos quita la razón.
La víctima necesita amor, afecto, olvido, estima... El maltratador, reeducación integral, lo que implica mostrarle que para subir su ego no precisa imponerse a nadie. Ninguno somos más que otro, sólo somos seres individuales, indefensos y que, para sobrevivir, buscamos la socialización. Una socialización entendida hasta hace cinco minutos en clave de dominio.
Precisamos cambiar, precisamos saber que la evolución es posible, que la igualdad es viable, que el insulto no cabe en nuestras vidas, porque de esa primera falta de respeto nacen otras, y la bola se va engrandeciendo hasta que el copito de nieve se transforma en avalancha.
Fuerza y armas para la libertad.
Llego a este blog por casualidad y lo cierto es que me ha dejado bastante impactada, ojalá algun dia se termina esta lacra social para siempre
un saludo!
Porque la sumisión no es ninguna virtud..... porque la igualdad nos compete a todos...PORQUE LA CONDICION NATURAL del genero humano ES LA LIBERTAD y sin libertad no existe igualdad Y porque NO PUEDE EXISTIR DIALOGO SI HAY VIOLENCIA y porque...imposicion es violencia y porque vivimos en el Siglo XXI... y ...fenomenal blog ¡felicidades!
¡El maltrato tiene reeducacion, el maltratador, no!
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