viernes, 28 de septiembre de 2012

El hambre es mala consejera a la hora de luchar por la libertad y la dignidad

Los problemas económicos que están sufriendo miles de familias, unidos a la frustración que supone no ver una salida inmediata a los mismos, es el caldo de cultivo perfecto para la irascibilidad y, en casos extremos, puede derivar en violencia. De ahí que se podrían llegar a multiplicar los casos de abuso. No obstante, a la actual coyuntura de desesperación, se suman también los recortes en ayudas para contribuir a paliar los posibles efectos derivados de situaciones límites. Parece ser que el terror doméstico que sufren miles de personas a diario y que seguramente va in crescendo ha quedado relegado a un segundo plano, dado que hay situaciones que requieren una mayor atención. Las prioridades, sin embargo, tampoco contribuyen a la prevención, dados los recortes previstos en materia de sanidad y educación. No olvidemos que educar en igualdad es uno de los motores más importantes a la hora de conseguir que ésta se materialice.

Supongo que todo esto derivará a su vez en unas estadísticas en las que se refleje un descenso irreal de la violencia de género, ya que la denuncia tendrá un menor calado e irá aparejada a una menor protección. De ahí que muchas vean que la denuncia simplemente las expondrá ante su agresor, en lugar de ser un revulsivo que les sirva para salir de forma segura y eficaz de la espiral de miedo. Derivado de esto, el terror podrá campar a sus anchas, puesto que de nada sirve exponer la situación si quien lo hace queda desamparado. A mayores, muchas personas habrán de plantearse si se exponen a denunciar y quedarse en la calle o si deben aguantar lo intolerable para garantizar que sus hijos puedan seguir teniendo un techo bajo el que cobijarse y algo que llevarse a la boca. Muchos preferirán el dolor físico y la humillación a ver a sus hijos en la calle. El hambre es mala consejera a la hora de luchar por la libertad y la dignidad. De ahí que nos urja seguir trabajando, en la medida de nuestras posibilidades, para impedir el desamparo; para exigir medidas de protección; y para insistir en que la educación es la principal arma de prevención.

No obstante, mantener las medidas de protección a las víctimas de violencia doméstica o incidir en la educación como base para lograr erradicarla no son suficientes. La igualdad sólo es posible desde una situación socioeconómica adecuada. De ahí que resulte imprescindible exigir una legislación que proteja tanto a las familias que trabajan por cuenta ajena como a aquéllas que son autónomas. Sin una estabilidad económica resulta inviable la libertad del individuo y mucho me temo que con las actuales medidas en materia de empleo se pone en alto riesgo la posibilidad de independencia de aquellos grupos cuya inserción exigió durante años políticas específicas a fin de favorecerla. Es por ello que una lucha seria para erradicar la violencia no debe circunscribirse a los ámbitos más evidentes, sino que ha de abarcar un amplio abanico a fin de ser realmente efectiva. Y es precisamente por ello por lo que debemos estar atentos a cualquier lesión a la igualdad, sin que importe de donde ésta provenga.