viernes, 17 de julio de 2015

UN PSICOLOGO EN TU VIDA





Que entendemos por malos tratos psicológicos?


Muchos de vosotros ya sabéis que me preocupa mucho el mal trato psicológico, porque a veces no se nota y poco a poco va minando a la persona que lo sufre.

Silvia Congost, psicóloga dice:

“Cualquier persona, bien sea hombre o mujer, que esté en una relación en la que su pareja le insulta, le falta el respeto, la denigra, o la humilla, es una persona que sufre maltrato psicológico”.
El resultado, es que las personas que sufren este tipo de maltrato se vuelven cada vez mas dependientes del maltratador que muchas veces, como no es un maltrato físico, ni siquiera el maltratador se da cuenta de esto.



A veces cuando nos queremos dar cuenta de que nos están maltratando, ya ha pasado tanto tiempo que nos encontramos con la incapacidad de volver a ser nosotros mismos.

Un maltratador psicológico, se apodera de ti poco a poco, no puedes discutir con esa persona de nada, porque siempre lleva razón y porque cualquier pregunta que hagas, ya la interpreta con “opción a discusión” lo que lleva gritos, y a veces insultos.

Hay muchas parejas que se acostumbran a enfadar y dejar de hablarse durante días, que no es mas que otra forma de maltratar y menospreciar, en vez de aclarar las situaciones y hablarlas delante de un café, por ejemplo.


No te permiten ser tu mismo, te van cambiando poco a poco, no repitas esta frase que no me gusta, te queda mal ese vestido, estas gorda, estas loca….

Los maltratadores psicológicos, rara vez te piropean por algo que hagas, pero son capaces de llamarte por teléfono al trabajo para recordarte que “dejaste la luz del baño encendida…como siempre haces, mi amor”.

Delante de ellos vas dejando de ser libre y de decir lo que piensas, porque siempre te juzgan lo que dices, como lo dices, y lo mal que lo haces.

Pero ellos pueden decir lo que sea.

Conocí a uno, que delante de su pareja, y varios amigos mas, decía piropos a otras mujeres, mas aun: estando en un bar pidió un helado de la pasión y le dijo a la camarera…”si fuera contigo mejor”. Su esposa no abrió la boca, por vergüenza ajena y propia.


El maltratador, te puede tratar como una reina y llevarte a muchos sitios, siempre que sean los que él ha elegido o los que no le importa ir. Si quieres ir a Valencia, te dirá que no, que está lejos, que no es el momento, que no hay dinero…para al segundo siguiente proponerte en la misma fecha un viaje a Paris, que al maltratador si le apetece ir.

Y poco a poco, granito a granito, te vas sintiendo mas pequeño, mas insignificante, con poca fuerza para decidir o para dirigir algo en tu vida o en tu casa.

Muchos maltratadores dominan la situación por su poder adquisitivo, son ellos los que compran y los que deciden que y cuando se compra, si tu dependes de ellos, te “obligan” a pedirles dinero, nunca dejan el dinero a tu alcance para que dispongas de el en la misma medida que ellos disponen.

Generalmente el maltratador no valora a su pareja, no cree que sea su media naranja, parte de la vida que le ayuda a ser feliz, porque poco a poco ha ido manejando la situación hasta llegar a la destrucción psíquica del maltratado.



Cuando una pareja admira uno al otro, y considera que la otra persona es parte de su felicidad y la escucha y la comprende y la consuela, esa pareja funciona.

Cuando gobierna el menosprecio, los silencios, los insultos ( siempre merecidos por tu insolencia) uno se hace grande y el otro pequeño en su autoestima.

Muchas veces, hacemos cosas que no nos gustan para no discutir, o mantener la relación, pero eso no nos conduce a nada, porque el maltratador nunca se dará cuenta de lo que tu haces por el y siempre verá lo que no haces o cree que no haces.

A veces no vemos venir esas pequeñas cosas, que van creciendo en el ámbito familiar hasta hacernos un daño irreversible.

Son muchas las personas que viven estas situaciones, hay muchos maltratadores en el mundo, los gobiernos con sus leyes que destruyen la autoestima con los despidos y el hambre de los países, los colegios donde alumnos  y profesores ven un ataque a un niño y ni siquiera se dan cuenta de que está comenzando un hostigamiento escolar, o en los trabajos donde los jefes te insultan, pero que puedes ser despedido si tu lo haces, porque el poder va por encima de los derechos, el maltrato a los hijos, que les gritamos y les insultamos, sin darnos cuenta que eso lo repetirán ellos de mayores, y el maltrato en las parejas, que une un poco todas las decepciones, estrés y acontecimientos adversos en la vida, que repercutimos luego en nuestro ámbito familiar.



Hace años me reía yo de los americanos y sus películas donde todos acuden a terapias, hoy creo que todos debíamos de poner un psicólogo en nuestras vidas.




domingo, 8 de marzo de 2015

8 de marzo de 2015 y aun no estamos para fiestas

El día de la mujer no significa fiesta, sino tiempo para la reflexión, para definir estrategias y para establecer deberes, pues, pese a que en esta jornada se reconoce la labor de cuantas nos precedieron, dejándose la piel en intentar llevar al terreno de lo real el sueño de la igualdad, lo cierto es que la coyuntura actual dista bastante de ser óptima. El legado, cierto, tiene un valor incalculable, pero la labor ha de tener continuidad y esto depende de nosotras, de las que hoy quisiéramos celebrar y aun no podemos, de las que celebran sin saber que la lucha aun no ha terminado y de las que se conforman, de las que no cuestionan o de las que desconocen qué hay detrás de su supuesto "confort" actual. Y es que, lamentablemente, hay miles de conciencias adormecidas en un contexto en el que la desigualdad continúa enquistada. 

Es por ello que el día de la mujer, además de ser un reconocimiento a nuestras antepasadas y a su denuedo, ha de servir de acicate para ampliar nuestro campo de análisis e impulsarnos a la batalla, pues, en un mundo globalizado, no se pueden obviar las noticias espeluznantes que nos llegan de otros países, regiones, culturas o religiones; pero tampoco se puede desviar la mirada cuando la desigualdad se apodera de nuestro día a día, de nuestra economía, de nuestra sociedad. Puede incluso que la veamos en nuestra calle, en nuestro portal, en nuestra casa y que, si su magnitud no implica muerte, seamos incapaces de identificarla; pero lo cierto es que está ahí, en cada actitud al servicio del equívoco, que se vale de la reiteración para empequeñecer el ámbito de la palabra derecho hasta que confundimos lo que moralmente nos pertenece con una concesión o un privilegio. 

A día de hoy, insisto, no toca festejar, sino batallar, reclamar, conquistar y aniquilar cuantas consignas, aparentemente inocuas, nos sumergen en la desigualdad. Su tibieza y la repetición son, a fin de cuentas, las estrategias que la llevan al éxito: a nuestro bautismo y a nuestra comunión con una coyuntura perversamente machista que, de no reconocer y de no enfrentar, acabaremos por asumir, alimentar y perpetuar.