domingo, 18 de abril de 2010

Mi mamá me mima


Juan está en mi clase. Lo envidio, francamente. Siempre es invitado a todos los cumpleaños. Nunca está solo. Ni triste. Lleva su desayuno al colegio. Y juega sin problemas.
Pero no sólo envidio a Juan. También está Roberto, Pedro, Alvaro, Sara, Mónica...Todos son compañeros míos. Y yo... no puedo sentir como ellos. No puedo.
Sus madres siempre van a recogerlos. Les acarician el pelo mientras les dan un beso antes de entrar a clase. Les preparan el desayuno. Cuidan de ellos.
Yo me levanto una hora antes que lo hacen ellos.
Me ducho solo. Me preparo la ropa solo. Mi desayuno...y el de mi madre. La ayudo a incorporarse en la cama. Le acaricio el cabello antes de despedirme para ir al cole. Cuido de ella...hasta que viene la cuidadora y yo me voy a clase.
Mi madre no es como las otras madres. Mi padre tampoco es como los otros padres. Gracias a él ella está inválida. La última paliza fue...brutal.
Gracias a mi padre ella y yo no seremos los mismos.
Cuando sea mayor quiero ser mago o héroe. Para que no haya en la calle monstruos como él.

lunes, 5 de abril de 2010

Nosotros hacemos campañas, pero muchas siguen muriendo

Algo falla en las campañas o eso me dice el locutor del telediario o el de los informativos de la radio o el cronista de periódicos y revistas. Algo falla cuando hay jornadas de récord en cuanto a asesinatos de mujeres. Asesinatos perpetrados como los primeros que se empezaron a catalogar como de violencia de género o doméstica. De aquella ni siquiera se había llegado a consenso sobre cómo clasificarlos. Un hombre mata a su mujer y después se suicida. Y ahí escuchábamos en la calle aquel típico: "Podría haber empezado suicidándose él". Que, a fin de cuentas, tampoco es solución.

Algo falla y es innegable. No sé si se trata de la frecuencia del lanzamiento de consignas o del contenido de las mismas. Las tradicionales apelaban a la víctima a la que le insistían en un denuncia o en un hazlo por ellos, por tus hijos. Ahora también se interpela al resto de la sociedad con el ante el maltrato tolerancia cero o un sácale tarjeta roja (no todos los hombres son fanáticos del fútbol). Pero qué hay de los contenidos que a diario pueden ver nuestros hijos en los medios de entretenimiento. Y como ellos también pueden ver esos contenidos los maltratadores. Y esos contenidos nos muestran conductas violentas que no se recriminan, sino que forman parte de tramas. Eso sí, luego nos advierten de que un contenido erótico es no apto para menores. Una expresión del amor (o de las ganas) es tildado de inadecuado, mientras que la violencia se permite casi a todos los públicos.

Tampoco se hacen campañas en las que se explique cómo ha de ser el trato entre personas o cuándo la barrera del respeto se ha derribado. Y a veces hasta escuchamos aquello de que: el que algo quiere algo le cuesta y ha de aceptar determinadas cuestiones y "aguantar" para, por ejemplo, medrar en el trabajo.

También me produce hartazgo escuchar el manido: "la mujer lo tiene más difícil". Efectivamente, si vamos ya con esa predisposición, lo factible nos resultará prácticamente imposible. Nos ponemos trabas y aceptamos humillaciones, y luego creemos que un simple mensaje de "Denuncia", seguido de mensajes del tipo: "La víctima ya había denunciado anteriormente y era beneficiaria de una orden de alejamiento" nos van a convencer de que denunciar sirve para algo. Y debería servir, pero no hay medios. Sigue sin haber medios para proteger a las víctimas reales. Y sigue sin haber un trabajo real para educar desde la base en igualdad y respeto. El respeto es algo que ya no se inculca. Sólo hay que ver cómo se dirigen los niños a sus padres y maestros. Cómo vamos a pretender que algún día se conviertan en adultos. Lo serán, claro, físicamente. Pero serán incapaces de comportarse como tales si no nos ponemos manos a la obra y educamos en respeto, igualdad y valores. El niño es niño y necesita un guía. No nos podemos olvidar de que para ayudarle a escoger su camino antes debemos mostrarle sus opciones.

En fin, que nos falta eficacia en el mensaje, ya sea a la hora de transmitirlo o a la hora de escoger qué emitir; y nos falta contundencia en la base.